Santiago, Chile, 2018. La familia del joven Esteban está en crisis. Su padre Fernando está de viaje y su madre Ximena debe entenderse con un hijo egoísta y demandante. Ximena trata de que su cuñada Mercedes la ayude, al no resolver bien su rol de madre. Pero Ximena entra en crisis emocional y muere en un accidente automovilístico en Santiago. Esteban deja la espaciosa casa familiar y se instala solo en una ciudad costera del sur de Chile, culpando a su padre por la tragedia. El mundo aún no se enfrenta a la pandemia.

Es 2020. En el sur, Esteban ha conocido recientemente a Daniel, un guapo joven neoyorquino. Inmediatamente se enamoran y empiezan a vivir juntos. Pero la pandemia coronavirus comienza a expandirse por el mundo y Daniel debe regresar a Nueva York para estar con sus padres. Fernando, ahora viudo y sin trabajo, vive solo en una casa vieja y algo deteriorada.

Es 2024. Han pasado cuatro años y Daniel todavía está en Nueva York, con la esperanza de regresar pronto a Chile, ya que la relación con Esteban sigue llena de vida, mientras el planeta enfrenta un cuarto año de pandemia. El mundo es un lugar más complejo para vivir y conectarse. Javiera, la hermana de Esteban, ha regresado a Chile y solamente está en contacto con su padre Fernando. Ella se ha casado con Guillermo, con quien tiene dos hijos pequeños.

Fernando cumple ahora 65 años. Mercedes quiere celebrarle el cumpleaños y reunir nuevamente a la familia en forma virtual. Ella los convoca porque además tiene una decisión ineludible que comunicarles, sorprendiéndolos a todos. El encuentro virtual desata dolorosas heridas del pasado, expone amenazas del presente y proyecta temores sobre el futuro. Hay viejas heridas emocionales que ya son irreparables, los recuerdos más intensos quedan imborrables y aparecen decisiones complejas e inevitables. El final, para algunos, es un callejón sin salida. Para otros es una oportunidad de recuperar lo perdido.